La cultura del clic

Alberto-Coordoba
Socio Director
04 de diciembre, 2020
Estoy preocupado. El domingo por la tarde llegó un repartidor a mi casa. Me traía un libro que había comprado el día anterior. Un producto que dieron por supuesto que necesitaba cuanto antes y, sin embargo, no me urgía nada.

consumo online

 Pero lo que de verdad me preocupó fue salir de la rutina, mirar la cara del repartidor y pensar: ¿es esto realmente lo que llamamos consumo responsable?

Al mirarle a los ojos, también imaginé la vida de quien me traía ese paquete hasta mi puerta. Probablemente se trate de alguien que, por miedo a no seguir recibiendo pedidos desde la app, le toca repartir un libro –que ya veré si leo o no– un domingo a las 16:00 de la tarde. Desconozco sus condiciones laborales, pero todos sabemos las dificultades que suelen tener los freelance. Nadie lo ha contado mejor que Ken Loach en “Sorry, we missed you”.

A todos se nos llena la boca hablando del plástico y de la sostenibilidad medioambiental, pero luego no dudamos en pedir comida a domicilio o incluso una bolsa de hielos por Glovo desde el sofá.

A raíz de esto me dio por pensar en cómo habría llegado hasta mi casa; lo que antes hubiera sido un paseo hasta la librería ahora son dos viajes en moto, todo un derroche de gasolina. A todos se nos llena la boca hablando del plástico y de la sostenibilidad medioambiental, pero luego no dudamos en pedir un libro, comida a domicilio o, incluso, una bolsa de hielos por Glovo desde el sofá.

Es la cultura del clic. La cultura que nos lleva a querer inmediatez, aunque no la necesitemos. La cultura que nos aleja del consumo responsable. Que nos lleva a que en 2019 hubiera un 22% de productos comprados online que no llegaron ni siquiera a usarse (casi el doble que los comprados en tienda); a que el pasado año el mercado facturase 48.000 millones de euros, que pronto se duplicarán; a que cada vez que pinchamos en algo, hagamos peor nuestro timeline.

La cultura del clic también nos está llevando a ser peores personas. Cuando pinchas, eliges lo que te aparecerá la siguiente vez.

Y es que la cultura del clic también nos está llevando a ser peores personas. Cuando pinchas, eliges lo que te aparecerá la próxima vez. Y eso hace que nuestro timeline nos tienda a dar más la razón, a disminuir el aprendizaje, a eliminar la diversidad, a ver menos opiniones distintas, a radicalizarse. No tengo dudas de que este es otro efecto de la cultura del clic. Las noticias que más corren son las que más clics generan, las más radicales. Eso está llevando a que nos inventemos problemas, a que haya gobiernos mucho más extremos en los países, a que se destrocen grupos de amigos. La polarización que vivimos empieza en un clic.

Como Marc Vidal en “La era de la humanidad”, sigo creyendo que estamos a punto de hacer un mundo más humano.

Hasta aquí el llanto desconsolado. Pero yo soy un optimista digital. Como Marc Vidal en “La era de la humanidad”, sigo creyendo que estamos a punto de hacer un mundo más humano. Que estamos en plena reinvención de negocios para lograr, a través de la tecnología, cubrir de forma mucho más profunda nuestras necesidades fisiológicas y emocionales.

Para ello, propongo tres acciones que pueden contribuir a mejorar “la era del clic” –dos de ellas involucran directamente al consumidor–:

1. Consumo responsable

Hace tiempo que mutamos al “consumo, luego existo”. Cada vez que compramos, elegimos a quién damos trabajo y a quién se lo quitamos. Ser responsable es elegir lo que compras: ¿lo necesito?, ¿lo voy a usar? Es elegir a quién se lo compras: ¿compartes los valores de la marca? Por último, es decidir para cuándo lo compras: ¿qué efecto social tiene tenerlo para ya o para mañana?

2. Clic responsable

No siempre estamos comprando online. El “comparto, luego existo” es una fuente de valoración social: ¿qué mensaje circulo por los grupos de whatsapp? ¿Qué opiniones retuiteo? Movilizar lo que radicaliza o lo que construye es un solo clic, pero cambia toda la sociedad.

3. Algoritmo responsable

Todos los que hemos programado sabemos que el que mete código, marca las reglas. Y eso hoy está en manos de los medios de comunicación, de las redes sociales y de las empresas: ¿hacemos que nuestros usuarios se hagan más sabios o más tontos? ¿Fomentamos el consumo responsable de la información? ¿Promovemos lo que hace el bien o lo que nos separa? ¿Facilitamos que más gente se hunda o que más empresas salgan adelante?

Todo esto se puede hacer con un simple clic. ¿Y si pensamos antes de darle al clic?

 

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